Una imagen frecuente de santa es la que le representa con la Custodia en la mano: Clara alza la Custodia y la muestra. En pinturas se la puede ver asomada al muro del monasterio. Ante la Custodia huyen los enemigos, que son los Sarracenos.
San Juan Pablo II, con fecha de 11 de agosto de 1993, envía un mensaje a las Clarisas con motivo del VIII centenario de la muerte. El título del mensaje es: “Una vida hecha Eucaristía”, y en él se dice sobre este punto:
“También gracias a un tipo de iconografía que tuvo mucho éxito a partir del siglo XVII, a Clara de Asís se la representa a menudo con el ostensorio en la mano. El gesto recuerda, aunque en una actitud más solemne, la realidad humilde de esta mujer que, ya muy enferma, se postraba, sostenida por dos hermanas, ante el tabernáculo de plata que contenía la Eucaristía (cf. LCl 21), colocado delante de la puerta del refectorio, donde estaba a punto de irrumpir la furia de las tropas del emperador. Clara vivía de ese pan, aunque, según las costumbres de su tiempo, sólo lo podía recibir siete veces al año” (n. 7)
Los testimonios de las hermanas referentes a la invasión de los Sarracenos, la Testigo IX (Sor Francisca de messer Capitáneo de Col de Mezzo). De este testimonio procede la representación de Santa Clara con el Santísimo Sacramento
Preguntada sobre qué había visto ella, respondió que una vez entraron los sarracenos en el claustro del monasterio, y madonna Clara se hizo conducir hasta la puerta del refectorio y mandó que trajesen ante ella un cofrecito donde se guardaba el santísimo Sacramento del Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo. Y, postrándose en tierra en oración, rogó con lágrimas diciendo, entre otras, estas palabras: «Señor, guarda Tú a estas siervas tuyas, pues yo no las puedo guardar». Entonces la testigo oyó una voz de maravillosa suavidad, que decía: «¡Yo te defenderé siempre!» Entonces la dicha madonna rogó también por la ciudad, diciendo: «Señor, plázcate defender también a esta ciudad». Y aquella misma voz sonó y dijo: «La ciudad sufrirá muchos peligros, pero será protegida». Y entonces la dicha madonna se volvió a las hermanas y les dijo: «No temáis, porque yo soy fiadora de que no sufriréis mal alguno, ni ahora ni en el futuro, mientras obedezcáis los mandamientos de Dios». Y entonces los sarracenos se marcharon sin causar mal ni daño alguno.